Al no poder salir entero por falta de espacio (el papel es el que manda) os dejo aquí el artículo entero.
Las bodas en Egipto son tremendamente escandalosas. Ya sean
compromisos de musulmanes o cristianos, la comitiva de familiares y amigos que
festejan con fuegos artificiales y pitidos de claxon hace imposible que un
transeúnte ajeno a la fiesta no se sienta un poco partícipe de la alegría de
una boda.
Lo mismo se preparaba esta semana hasta que la alegría se
torno en llanto. A las puertas de la iglesia de Nuestra Señora en Uarak al
Hadra -famosa porque hace unos años se anunció una aparición de la Virgen- dos
encapuchados en motocicleta la emprendía a disparos contra la comitiva nupcial.
El resultado fue de cinco muertos, incluyendo el herido que moría el pasado jueves y a una
niña de ochos años, más los 17 heridos.
El ataque a la población copta por motivos puramente
religiosos no es una novedad, en especial en los últimos meses. Aunque nadie
puede a día de hoy señalar a los Hermanos Musulmanes y seguidores afines como
responsables de estos hechos –incluso realizaron un comunicado dando el pésame
a los afectados y atacando la falta de seguridad del Estado-, lo cierto es que
desde que el Papa copto Teodoro II saliera apoyando públicamente el derrocamiento
de Morsi, los ataques contra esta comunidad han aumentado.
Como ejemplos, en septiembre, el obispo de Minya, provincia
del Alto Egipto, salía ileso de un atentado también con disparos cuando acudía
a dar el pésame en un funeral. Precisamente esta provincia es una de las más
castigadas por la violencia fanática, protagonista de saqueos y destrozos en
iglesias y propiedades coptas que se suman a las más de 40 iglesias quemadas y
23 robadas desde el pasado 14 de agosto.
“Somos objetivos a matar, y no sólo desde ahora, desde la
época de Sadat. Esto es como un proceso acumulativo que empieza hace décadas,
pero que bajo el gobierno de Morsi y ahora se ha fanatizado y acentuado. Ahora
cada vez hay más niños muertos, saqueos y violencia”, explica con pesar Adel
Salib, de 63 años. Él es dueño del bazar más grande del barrio copto de El
Cairo, lugar conocido por turistas pues allí se esconden las iglesias más
antiguas de Egipto y con más historia sagrada.
Discriminados por el gobierno de Mubarak y con un
sentimiento que todos califican como de persecución bajo el de Morsi, los
coptos aspiran a un futuro mejor. “En la época de Morsi teníamos mucho miedo,
era una pesadilla, algunos no realizaban todos los oficios de nuestra religión
por miedo”, relata comenta Croles Romani, de 20 años, tras salir de la misa de
una de las iglesias más conocidas de El Cairo, la iglesia colgante.
“Los Hermanos Musulmanes
miran a los cristianos como un pueblo de idólatras que no merece
respeto. Por esto nos persiguieron durante su gobierno y muchos teníamos
auténtico miedo. Pero hemos rezado para que esto pasara y Dios nos ha
escuchado. Ahora esperamos que la situación mejore. Después de Morsi, sus
seguidores nos acusan de ser parte determinante de los que los han derrocado y
por eso también nos atacan, pero siento que esto es como una prueba de Dios, así
seremos más fuertes en nuestras convicciones
y, al final, estoy seguro que esto pasará también”.
Delante de todas ellas hoy se mezclan los clásicos policías
turísticos con agentes especiales, parapetados en furgonetas o tras vallas
metálicas. Todo ello hace obligatorio una pregunta: ¿Se sienten más seguros? Aunque
a principios de mes Amnistía Internacional denunciaba la falta de seguridad que
sufría esta población, parece que las cosas van mejorando de forma muy lenta,
quizá demasiado lentas.
“Hay seguridad delante de las iglesias las 24 horas del día,
pero si pasa algo la reacción no es tan rápida como debería. Especialmente en
lo que respecta al número de efectivos. Cuando pedimos más policía resulta que
ni son suficientes ni llegan rápido, aunque últimamente parece que quieren
mejorar la seguridad”, comenta Romani.
A su lado, Akram Younes se hace con un poco de pan para su
hijo pequeño. Para él, la verdadera protección es la divina, ya que califica a
la terrenal como bastante “débil”. “Estamos bajo la protección de Dios, es Él
el que decide y es nuestra mejor seguridad”, afirma.
“¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?”, comenta Salib,
sentado y pendiente por una parte a las preguntas y por otra a la gente que
pasa, pues se cuida de vigilar su pasadizo, su negocio, toda su vida de
“fanáticos violentos”. “Lo mejor es saber
que la gran mayoría de los musulmanes normales, moderados y verdaderos
creyentes están con nosotros. Todos formamos parte de esta tela que compone el
tejido de Egipto, nuestro pueblo. Todos somos egipcios por encima de religiones
y los verdaderos patriotas no quieren que muera uno de los suyos. Por ello, los
musulmanes moderamos, que son la mayoría, sienten la muerte de un cristiano
como si ellos fueran también cristianos y así nos lo muestran”.
Palabras que apoya Romani: “Los violentos se desenmascaran
solos y esto nos ha ayudado a no ser una minoría en Egipto. Formamos parte de
la mayoría respetuosa y creyente y esto nos hace más fuertes”.